Retos psicológicos en el “día 2” de La Covid-19

Retos psicológicos en el “día 2” de La Covid-19

Antes de empezar

Estos están siendo tiempos complicados. Puede que te sientas revuelto/a y algo confuso/a. Así que aún a pesar de que estos días nos estén poniendo a prueba a la mayoría de nosotros/as, espero que al leer estas líneas tú y los tuyos estéis sanos, activos y conectados a los que más queréis.
Si además eres alguien que trabaja en el sistema sanitario, en el ámbito social, personal de emergencias, policía, repartidor/a, profesor/a, cajero/a o que ha estado y continúa en la primera línea de ayuda, darte las gracias. Mi más sincera y profunda gratitud y ánimo va para ti. Espero que como sociedad podamos estar a la altura si necesitáis ayuda.

Introducción

Este post está dirigido a todos aquellos/as que en esta “nueva normalidad”, os sintáis en ocasiones confusos, agobiados, sobrepasados o tristes. A veces nos está costando poner nombre a lo que nos está ocurriendo y cómo nos sentimos. Inmersos en nuestra “nueva normalidad”, podemos sentir una vaga sensación de nerviosismo, rabia o tristeza. Incluso no puede parecer que estas emociones y sensaciones están fuera de lugar.

Mi intención es que este post pueda ayudarte a poner nombre e identificar algunas de los retos a los que nos estamos enfrentando en la actualidad y puedas entender cómo nos están afectando. Estos retos pueden estar pasando desapercibidos. Sin embargo poder identificar algo y ponerle nombre a veces puede ser el primer paso para poder gestionarlo.

Al grano…

Brené Brown, escritora, conferenciante y profesora de la Universidad de Houston, llama el Día 2 a ese punto intermedio de mitad de viaje, donde no podemos anticipar a donde nos dirigimos pero tampoco podemos volver al lugar de donde veníamos. Creo que este es un concepto que se podría ajustar a la situación por la que estamos pasando ahora en relación a la COVID-19. Una vez pasado el confinamiento y el primer impacto del coronavirus, empezamos a ser conscientes de que por lo menos temporalmente, no podemos volver a nuestra vida anterior, pero tampoco somos capaces de poder anticipar como va ser la nueva normalidad. Estamos en el día 2 de la COVID-19.

Además de los cambios más evidentes en nuestras rutinas y formas de organizarnos como sociedad y de las consecuencias médicas y de salud física derivadas de la COVID-19, en esta situación de indefinición también estamos expuestos a dos retos psicológicos menos tangibles y más fáciles de pasar por alto: la incertidumbre prolongada y las pérdidas ambiguas.

La Incertidumbre prolongada: dudas y más dudas

Se repite una y otra vez que nuestro mundo ha cambiado, que ha llegado una nueva normalidad y que ya no volveremos a lo de antes durante un tiempo (algunos añadirían “si es que volvemos algún día”). Y no somos capaces de identificar cómo es el futuro que nos espera, lo que hace más difícil poder tomar decisiones y gestionar nuestra vida en el presente.

¿Cuándo podré volver a abrazar y besar como antes a mis seres queridos?,¿Perderé mi trabajo?,¿Cuánto tiempo van a durar los ERTE en mi empresa?, ¿Van a continuar viniendo los clientes de mi negocio?, ¿Volverán a confinarnos?, ¿Cuándo podré volver a salir a conocer y quedar con chicas/os?,¿Es posible que el colegio de mis hijos sea presencial durante todo el año académico, o tendremos que volver a las clases en línea?, ¿Si es así, cómo nos vamos a organizar?,¿”Cogeré” el virus?, ¿Están seguros mis seres queridos?, ¿Y si alguien cercano muere?, ¿Y si muero yo?…

Quizá algunas de estas preguntas o parecidas te ronden por la cabeza durante estos días. Muchas de ellas las oigo por la calle y nos las hacemos unos a otros, sin saber muy bien que responder. Como habrás podido comprobar tocan aspectos centrales de nuestra vida: familia y amigos, trabajo, salud, relaciones… Nuestro sentido de la seguridad y la capacidad de predecir de manera relativamente fiable el día a día se ha visto mermado.

Las pérdidas ambiguas

Esta está siendo por definición una época de pérdidas: de personas amadas; de los límites entre el trabajo, casa y escuela; de nuestros planes para el futuro como viajes, celebraciones, proyectos de trabajo; de nuestro sentido de conexión con otras personas; de nuestro sentido de la seguridad… Y algunas de las cosas que hemos perdido no son tan fáciles de identificar como decir “lo que he perdido es XXX”. Son ambiguas, difíciles de ubicar. Son tan intangibles que es incluso complicado poder identificar lo que echamos de menos. No las hemos perdido físicamente, pero las hemos perdido mentalmente.

Una de las pérdidas quizá más difícil de identificar y que tiene más implicaciones es el de nuestro sentido de la realidad. Antes disponíamos de un “mapa”, más o menos certero, que habíamos ido elaborando a lo largo de nuestra vida sobre cómo eran las cosas y cómo funcionaba el mundo. Este mapa nos aportaba seguridad y hacía la vida más o menos predecible. Este mapa nos permitía orientarnos y saber en cada momento donde nos encontrábamos y cuál era el siguiente paso a dar. Además, estaba muy intrincado con nuestra rutina diaria. Sin embargo, ahora hay una parte de ese mapa que hay que actualizar y ampliar porque no se ajusta a la manera en que el mundo se está comportando, y por tanto no nos sirve para predecir cual debería ser nuestro siguiente paso.

Es una perdida que dificulta poder lidiar con la realidad diaria de una manera segura y confiada.

Consecuencias de la COVID-19 en el bienestar psicológico de las personas

Como habrás podido deducir, una de las principales consecuencias de la incertidumbre prolongada y la pérdida de nuestro sentido de la realidad es la sensación de inseguridad. Una sensación de inseguridad además que puede estar activada a un nivel inconsciente. Sin que nos demos cuenta. Y que sin embargo nos puede estar predisponiendo a la hora de comportarnos en nuestro día a día, la manera en que nos sentimos y la forma en que pensamos.

Cuando nos sentimos inseguros la manera habitual de responder de nuestro cuerpo es la de activar la señal de alarma para prepararnos ante algún peligro. Eso implica que aumente la frecuencia cardíaca, que nuestros pulmones trabajen al máximo rendimiento y que entre otras, se libere más adrenalina y noradrenalina para poder activarnos y producir mayor glucosa para tener más energía. También podemos notar que nuestra mente va más deprisa y que en ocasiones se agolpan los pensamientos y que nos es difícil “parar la cabeza”. Como te imaginarás, este estado mantenido en el tiempo puede desgastarnos tanto a nivel físico y mental y encontrarnos cansados, irritados, sobrepasados, enfadados o tristes.

Llegados aquí, es importante señalar que para los seres humanos es muy importante poder encontrarle sentido a lo que nos ocurre. Somos animales de “significado”. Creamos historias que nos contamos para explicarnos las cosas y así poder darle sentido al mundo y actuar en el mismo. Y en este caso no es diferente. Cuando nos sentimos nerviosos, irritados, enfadados o tristes y le damos muchas vueltas a las cosas, vamos a intentar buscar una explicación que nos ayude a entender porque nos sentimos así. La manera en que gestionemos esas emociones, sensaciones y pensamientos, de hecho, va a depender del significado que les demos, de la historia que nos contemos.

Si nos contamos que no tenemos razones para sentirnos en ocasiones sobrepasados, tristes, enfadados… es probable que la señal de alarma (activada de manera inconsciente) continúe sonando porque no se está dando repuesta a la sensación de inseguridad, ni se están poniendo los medios para poder gestionarla.

Si nos contamos que cuando nos sentimos tristes, enfadados o sobrepasados, tenemos que ser fuertes y tirar adelante con lo que sea, nos podemos estar negando la posibilidad de procurarnos la pausa necesaria para poder entender que es lo que nos está pasando.

Si nos contamos que yo sólo puedo con ello y que no necesito hablar sobre ello ni la ayuda de nadie, podemos estar aislándonos y renunciar a la conexión con otros, precisamente en un momento en el que nos puede resultar muy útil sentir que no estoy solo o sola.

Antes de terminar… algunas preguntas

Como te comentaba al comienzo, uno de los primeros pasos para poder gestionar las cosas es poder identificar lo que ocurre y ponerle nombre. Para ello te propongo las siguientes preguntas para reflexionar, que espero te puedan resultar útiles para comenzar a poner nombre a cosas que hayas podido pensar y sentir.

– ¿Cuáles son las cosas qué mas te preguntas habitualmente en relación a la COVID-19? ¿En una escala de 0 a 10 cuánto te preocupan cada una de ellas?
– ¿Cuándo te haces alguna de esas preguntas y no tienes una respuesta clara? ¿Qué es lo que sientes? ¿Qué es lo que haces? ¿Qué te dices a ti mismo/a? ¿Qué significa para ti no tener una respuesta clara?
– ¿Qué cosas crees que has perdido durante esta pandemia? ¿Qué significa para ti haberlo perdido? ¿Cómo te sientes cuándo piensas en ello? ¿Ante alguna de esas pérdidas, te has sorprendido a ti mismo diciéndote que no lo echas de menos?
– ¿Te has sentido triste, enfadado/a, sobrepasado/a, confuso/a… durante los últimos meses? ¿Cuándo eso ocurre, que historia te cuentas a ti misma?

Me imagino que si has llegado hasta aquí te estarás preguntando, “y ahora ¿qué?”. “¿Qué más puedo hacer yo para manejar mis emociones, la incertidumbre, las pérdidas o la sensación de inseguridad?”

Pues te voy a invitar a que si lo que has leído hasta ahora te ha parecido útil, leas el siguiente post que he escrito en el que te propongo algunas ideas y formas de poder gestionar y hacer frente a los retos de los que hemos hablado hasta aquí.


Imagen: Photo by Gabe Pierce on Unsplash

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